En 1936, Dorothea Lange se detuvo al borde de una carretera en Nipomo, California.
Había estado fotografiando los efectos de la Gran Depresión,
cuando vio a una mujer sentada bajo una lona improvisada, con sus hijos alrededor.
Supo que no podía seguir de largo.
Se acercó.
Pidió permiso.
Y disparó seis veces con su cámara.
Una de esas imágenes se convirtió en símbolo: Madre migrante.
La mujer era Florence Owens Thompson.
Tenía 32 años, aunque parecía mayor.
Era madre de siete hijos y había perdido casi todo tras el colapso económico.
Vivía en condiciones extremas, trabajaba recogiendo guisantes por unos centavos,
y ese día no había comida para sus hijos.
Pero su mirada…
Su mirada no pedía ayuda.
Sostenía. Aguantaba.
Como si supiera que rendirse no era una opción.
Como si la dignidad pudiera vestirse con polvo, cansancio y silencio.
Hoy, Día de la Madre, pienso en eso.
En todas las madres que no salen en los anuncios.
En las que no tienen filtros.
En las que construyen hogar incluso cuando todo tiembla.
Feliz dia de la Madre.
Ana Mora