El templo egipcio que acabó en Madrid
Hace 2200 años, en el sur de Egipto, había un templo que no era especialmente famoso.
No era Abu Simbel, ni Karnak, ni la Gran Pirámide.
Era un templo más bien discreto, pero elegante, levantado en honor a Amón e Isis, dioses que ya casi nadie recuerda. Un templo donde se quemaba incienso, se ofrecía comida y se recitaban oraciones para pedir protección, prosperidad y bienestar (nada nuevo bajo el barquero celeste).
Y durante siglos, allí estuvo, viendo pasar reinos, guerras, sequías y saqueos.
Hasta que llegó el siglo XX y a Egipto se le metió en la cabeza construir una presa: la presa de Asuán. Una mole de hormigón pensada para controlar las crecidas del Nilo, generar electricidad y modernizar el país… Bien por Egipto.
Solo había un pequeño problema: la presa iba a inundar todo el valle de Nubia. O lo que es lo mismo: decenas de templos antiguos iban a quedar sumergidos bajo el agua como si aquello fuera la Atlántida.
Fue entonces cuando la UNESCO lanzó un SOS al mundo:
—“O nos ayudáis, o aquí se nos hunde la historia.”
Y varios países se pusieron las pilas. Italia, Estados Unidos, Francia... y España.
España mandó ingenieros, arquitectos, recursos.
Ayudó a cortar en bloques los templos más importantes, a numerarlos como piezas de LEGO sagrado y a trasladarlos a lugares seguros, piedra a piedra.
A cambio de ese gesto, Egipto hizo algo insólito:
Nos regaló un templo.
El Templo de Debod.
Lo desmontaron entero, piedra a piedra, lo metieron en cajas y lo mandaron por barco hasta Valencia. De ahí, por tren hasta Madrid. Y en 1972 lo reconstruyeron junto al Parque del Oeste, como un mueble de un IKEA pero sin instrucciones.
Justo donde había un antiguo cuartel… y también mucha historia.
Así que ahora, en mitad de Madrid, hay un templo egipcio de verdad. Con jeroglíficos, columnas y sillares milenarios.
Lo visitas al atardecer, en la hora dorada, y parece que vas a cruzarte con un sacerdote con cabeza de halcón.
Y todo por una cosa:
Porque hicimos algo bien.
Porque ayudamos, sin pedir nada a cambio. Y a veces, cuando haces eso, la vida te devuelve un templo.
Literalmente.
Un saludo desde Tebas Chamberí,
Ana Mora
P.D.1. Si quieres sentirlo como templo y no como vitrina, ve ahora. La polución y el clima de Madrid no son muy amigables con él y hay planes para cubrirlo.
P.D.2. Hay quien no sabe que ese templo es auténtico. Pero lo es. Tan real como las historias que no se olvidan.